La primera acepción que aparece en el diccionario de la palabra Prevenir es: Preparar,  disponer con anticipación lo necesario para un fin.

Prevenido: Provisto, abundante, lleno.

A lo largo de estos meses en los que hemos estado con niños y adolescentes de diferentes edades haciendo charlas de prevención, lo que se ha pretendido es  acercarnos lo más posible a estas dos definiciones.

Es una realidad, que los jóvenes van a tener a su alcance todo tipo de sustancias, legales e ilegales. Es un hecho que nuestros jóvenes cada vez tienen contacto con las sustancias más pronto. No podemos negar la evidencia y esperar a ese momento para bombardearles con lo nocivas que son  y el  daño que pueden llegar a hacerles.

 Como adultos responsables de ellos a todos los niveles: familiar, escolar, profesionales de la salud…es nuestra labor prevenir esta situación y dotarles desde edades tempranas con las herramientas necesarias para afrontar las situaciones que se van a encontrar en un futuro.

En el tiempo que hemos estado con ellos, hemos intentado  acompañarles, informarles, resolver sus dudas, desmontando ideas erróneas, preparándoles al fin y al cabo, para que cuando llegue ese momento donde tengan que decidir, estén provistos de herramientas y argumentos para poder tomar una decisión libre y saludable.

Hemos estado desde Educación Infantil hasta el último ciclo de la ESO hablando  de emociones, de lo difícil que es en ocasiones lidiar con ellas, entenderlas, expresarlas de un modo adecuado; de ocupación del tiempo libre, de la presión del grupo,  y por supuesto del uso que hacen ya algunos de ellos, de las sustancias.

La prevención es necesaria, pero no debe de quedar en una actuación puntual si queremos que sea efectiva. Tiene que ser un proceso continuado en el tiempo, temprano,  donde actúen todos los agentes implicados en la educación de los niños y niñas: padres, colegio, ayuntamientos…es un trabajo común en el que todos tenemos que aportar. Queda mucho por hacer y debemos hacerlo juntos.

Rosa Rama Martínez